Nos hemos acostumbrado a vivir en la cultura de la queja y en la cultura de la excusa, sin darnos cuenta de que eso nos convierte en auténticas víctimas, ya que desde ese rol no tenemos ningún control sobre nuestros resultados y por tanto los que obtenemos no nos gustan.
¿Quieres hijos que se excusen o hijos que actúen?¿Creas o te quejas?¿Qué pasaría si sustituimos la queja por la creatividad?
Por ejemplo, nos quejamos de que nuestros hijos no estudian, les regañamos, les castigamos, nos frustramos y lo peor de todo conseguimos que se frustren ellos. Si utilizáramos la creatividad estaríamos creando formas diferentes para motivarles a estudiar, no con regalos materiales, ya que eso sería una motivación externa con fecha de caducidad, sino ayudándoles a encontrar un sentido, un para qué estudiar, con eso obtenemos la motivación interna que es la única que funciona a largo plazo, es nuestra gasolina en la vida para conseguir nuestras metas.
Y os preguntaréis ¿Cómo?, pues muy fácil, conectando al adolescente con sus valores, si te paras a pensar como los adultos conseguimos esa motivación para conseguir nuestros objetivos, verás que lo hacemos a través de nuestros valores.
Piensa en un objetivo que hayas conseguido,
¿para qué lo querías conseguir?,
¿qué te iba a aportar conseguirlo?,
seguramente para sentir satisfacción, felicidad, plenitud, etc.
Detrás de cada objetivo se esconde un gran valor y esa es la gasolina que nos permite conseguirlo, que nos permite salvar obstáculos.
Por tanto, el adolescente necesita encontrar su propia gasolina y es importante preguntarle ¿Qué es importante para él? ¿Cómo se sentiría si consigue unas buenas notas? ¿Qué profesión se ve realizando en el futuro? ¿Qué le ayudaría a motivarse ahora? ¿Qué necesita?. Con esto le conectamos con sus valores, le ayudamos a visualizar lo que quiere conseguir y descubriremos lo que necesita para lograrlo.
¿Qué pasaría si sustituimos la cultura de la excusa por la acción?. Por ejemplo, cuando decimos “ya lo he intentado todo”, “no puedo hacer más de lo que hago” es una forma de justificar el tirar la toalla. Si utilizáramos la acción, esas frases quedarían desmontadas. ¿Qué es lo que todavía no has probado a hacer? ¿Qué les está funcionando a otros?, ¿Dónde puedo buscar alternativas?. Esto nos ayuda a cambiar de perspectiva, a salir de un estado de bloqueo y pasar a un estado de recursos, donde las ideas vuelven a resurgir. Nuestro pensamiento cambia y por tanto nuestro lenguaje también cambia, ese lenguaje que cada día escuchan nuestros hijos y que modelan.
¿Quieres hijos que se excusen o hijos que actúen?
Por tanto, con creatividad y con acción conseguiremos resultados diferentes a los que obtuvimos desde la queja y la excusa. No solo descubriremos nuestros propios recursos, sino que también ayudaremos a nuestros hijos a descubrir los suyos.
En un reciente artículo sobre «¿Qué educación necesitan nuestros hijos para afrontar el futuro?, Tony Wagner, uno de los mayores expertos en educación del mundo y Director del Laboratorio de Innovación de la Universidad de Harvard decía:
«Las habilidades necesarias para trabajar, aprender y ser ciudadano del siglo XXI se han unificado: son las mismas habilidades. Verás, hay gente que hace largas listas, pero yo creo que al final se reduce a un par de cosas: un estudiante debe aprender a pensar de manera crítica. Esto significa, según mis investigaciones, que los estudiantes deben saber hacer muy buenas preguntas. Hoy en día, saber hacer buenas preguntas es mucho más importante que memorizar respuestas fáciles. La segunda habilidad necesaria es la capacidad de colaborar. Cada vez más, todo el trabajo se realiza de forma colaborativa. La tercera es tener buenas habilidades comunicativas, tanto orales como escritas, y también para escuchar.Por último, deben resolver problemas de forma creativa.»
Si queremos hijos que actúen apoyemos las habilidades que les ayuden a ser más felices; saber preguntar, saber colaborar y ser creativos. Así de sencillo y así de difícil. Mayte Pinto, Fundadora The Damass ©
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