Seguramente este título no abra el apetito a que empieces a leer este post… y es normal. No nos gustan las despedidas, no nos gusta perder aquello que ha formado parte de nuestra vida y que hemos amado o apreciado.
Las perdidas forman parte de estar vivas. El dolor está ahí… podemos mirar hacia un lado, salir corriendo o hacer miles de cosas para estar tan ocupadas para no sentir. Y aun así, el dolor sigue ahí. No se va.
Solo lo hace cuando nos atrevemos a mirarlo cara a cara, cuando nos permitimos sentirlo, reconocerlo y abrirnos a él. Muy fácil de escribir y una vida entera aprendiendo (¡y lo que queda!) a hacerlo.
Perder es una invitación al cambio, a un espacio de vulnerabilidad y de encuentro. A veces conmigo misma y, otras veces, con otras personas que me acompañan. El dolor producido por la pérdida es solo dolor, no es drama ni telenovela… e igual que tantas cosas en nuestra vida, se transformará en otros estados. Y ya está.
Evidentemente, en estos procesos podemos llegar a pasar por unas mareas emocionales bastante intensas: rabia, tristeza, miedo, culpabilidad… y otros “efectos secundarios” como insomnio, ansiedad, aislamiento, pensamientos recurrentes, etc. ¿Y qué podemos hacer?
Sentirlos, entregarnos al proceso sin perdernos en él. Reconocer lo que necesitamos y brindarnos el espacio necesario para procesar estas despedidas. Y sobre todo, querernos mucho y ser muy amables con nosotras mismas.
Compañeras de viaje: este es mi última publicación en este blog. Me despido de vosotras en este espacio tras 2 años y medio disfrutando de poder escribir libremente de mi pasión por el Mindfulness y las personas. Quiero dar las gracias a Mayte Pinto por su enorme generosidad, flexibilidad y confianza en mí.
Me despido de “las damas” y me abro a nuevas aventuras. ¡Gracias por haber estado ahí!
¡Feliz y presente vida!