No hay nada más lindo que la familia unida, atada por los lazos del amor….
Queridas lectoras,
Seguro que muchas de vosotras recordáis esta canción de los Payasos de la tele. Yo la tengo grabada en la recámara de mis recuerdos (¡Qué bonita me ha quedado la frase!) o, lo que es lo mismo, la he escuchado tantas veces cuando era pequeña que es oírla y me dan ganas de salir corriendo a pedir la merienda y bajarme al parque. Bueno, cuando yo era pequeña, nos bajábamos a la plaza; ni al parque, ni a la urba… ¡a la calle!
Os estaréis preguntando a qué viene ahora cantar una canción infantil de los años 70 ¿verdad? Pues os lo digo: ¡porque llevo toda la semana acordándome de ella y pensando en su letra! Desde luego, el que la compuso no pasó unas vacaciones en una casa de pueblo, con seis niños que no tienen otra cosa que hacer en todo el día que sacar de quicio a su santa madre, con los abuelos paternos y los abuelos maternos de los nenes, con un perro y con una plaga de mosquitos que tienen el mismo tamaño que un escorpión.
¡Ea, ya lo he dicho! Llevo aquí una semana, pero tengo la sensación de llevar una vida entera. Estoy tan desesperada que ya asocio el paisaje con los recuerdos de mi infancia. ¡Y no había venido nunca! ¡Qué hartura de campo, de pueblo, de niños y de abuelos!
Perdón, pero es que necesito desahogarme.
Ya os conté que habíamos decidido alquilar una casa “rural” para pasar el verano y en ese momento empezó mi pesadilla: primero, yo me imaginé que era una casa rural de esas que están preparadas para pasar un fin de semana bucólico y romántico.
¡Gran error! En ese caso se escribía casa rural y se leía “la casa de los abuelos a la que habían pintado las paredes y se habían olvidado de quitar las arañas”. La casa es grandísima, con suelos de madera y techos con vigas también de madera. Muy mono pero con una cantidad de ruidos nocturnos tremenda. Aquí suena todo: las camas, el suelo, el viento, las palomas… Es como estar día y noche en un concierto de música experimental.
La casa tiene una amplia variedad de electrodomésticos eléctricos: nevera, lavadora, microondas, horno, cafetera, tostadora… lo que no tiene es suficiente potencia eléctrica. Así, si pongo la lavadora y enciendo la luz de las habitaciones saltan “los plomos”.
A la hora de desayunar hay que elegir entre hacer el zumo o las tostadas porque las dos cosas a la vez es imposible… Además, tenemos cortes de agua debido a la sequía y sólo tenemos unas horas de agua por la mañana (de 10 a 12), al mediodía (de 14 a 16) y por la noche (de 20 a 24).
Y es un lío porque tengo que priorizar: o me ducho yo, o ducho a los niños, o pongo la lavadora o friego los platos. Menos mal que hay un río y los niños están en remojo todo el día.
Eso en cuanto a la casa… en cuanto a los inquilinos ¿Qué deciros? Mis suegros se presentaron el mismo día que llegamos nosotros. Decidieron venir a darnos una sorpresa y a pasar el día (ya, ya… no se lo creen ni locos. Venían con una maleta cada uno). El caso es que como se les hizo tarde, ya se quedaron a pasar la noche y luego unos días. “Aquí se está en la gloria, con esta temperatura”.
Eso era el domingo. El martes vinieron mis padres. Mi madre lleva años diciendo aquello de “quiero disfrutar de mis nietos el tiempo que me queda, por si Dios me lleva pronto”. ¡Quince años con el mismo discurso!
Y nada, aquí estamos todos. ¡Hace una semana, 13 horas y 22 minutos que no estoy sola ni en el baño! Sólo hay un baño completo, por cierto. (Menos mal que por lo menos hay dos aseos).
Toni este fin de semana no ha venido porque ha aprovechado para hacer una “quedada” con sus amigos. Todos los años se reúnen un fin de semana y se van a una casa rural. Yo creo que se ha quitado del medio a propósito. Sólo espero que su casa rural esté entre una granja porcina y una granja industrial de cría de pollos.
Soy mala, si. Pero seguro que vosotras me entendéis.
Un beso y feliz semana.
Rita,