Los disgustos que nos da leer

No. No os habéis equivocado de blog ni yo me he vuelto loca con el título de esta historia: a veces leer y aprender nos da muchos disgustos y no es tan aconsejable como a priori pudiera parecer.

Los disgustos que nos da leer

Os cuento por qué. Si tú no lees mucho y te enfadas con alguien hasta el punto que te saque de tus casillas y te haga liberar todos los sapos que te has venido tragando durante años, lo normal es que te arranques y sueltes por la boquita todo tipo de calificativos (o insultos, según se mire) que te vengan a la cabeza. Pero, eso sí, la otra persona te entenderá y no tendrá la menor duda de lo que le estás llamando.

Por ejemplo, si tú le dices a alguien que es un maleducado y un vago, te entiende. Seguramente no le gustará, pero entenderte, te entiende. Igual que si le dices que es idiota (con perdón) … pues seguramente habrá oído tantas veces la palabra que se sabrá su significado de memoria.

Pero ¿qué ocurre cuando tú lees y te aprendes palabras más raras y que no se usan con frecuencia?

Yo os lo digo: que un día, sin mala intención, las usas y se las dices a alguien y se forma un “Dos de mayo” de esos que hacen historia en el vecindario.

Pisaverde y Petimetre. Relatos Cortos de humor

Y eso es lo que me ha pasado a mi esta semana. Resulta que volvía yo de trabajar y de recoger a toda mi prole de las diferentes actividades extraescolares que tienen y, por tanto, venía con el coche grande, un monovolumen con capacidad para todos y que ocupa lo mismo que un trasatlántico.

Aparcar «con vuelos»

Al ir a aparcar me di cuenta que mi vecino de plaza de garaje había aparcado “con vuelos” y me había dejado poco espacio. Creo que no hace falta que os diga que no es tarea fácil sacar a unos trillizos y a dos niñas de un coche en condiciones normales. Si no hay espacio para abrir la puerta, ya el asunto adquiere tintes dramáticos.

Como consecuencia, tuve que dejar el coche en medio del aparcamiento, sacar a todos del coche, meterlos en el portal, pedirles que se estuvieran quietecitos y entrar nuevamente corriendo en el garaje para aparcar.

Reconozco que aquello me enfadó y ya me puso en el disparadero y, por eso, cuando al entrar otra vez en el portal vi al buen señor que salía del ascensor, no me pude contener y le pedí que midiera un poquito mejor el hueco que tiene para aparcar.

Pisaverde y petimetre

No os voy a dar todos los detalles. Baste decir que el hombre iba vestido como si fuera a la ópera y parecía que se había bañado en perfume y debía ir un poco “sobradito”. Me contestó mal, yo le dije que se relajara, él me dijo que no le daba la gana y yo le solté que era un pisaverde y un petimetre.

¡Madre de Dios, cómo se puso! Creí que me comía. Nos pusimos los dos a gritar. El me dijo que no me consentía que le llamara eso y yo le dije que era lo menos que le podía llamar. En medio de la discusión apareció Toni y el portero. A Toni le había avisado Paulita que, asustada, subió corriendo a casa y el portero andaba por allí y escuchó los gritos.

¡Qué vergüenza! Y menos mal que Toni me sujetó porque, si no, me hubiera salido la vena de Lavapiés y creo que me hubiera tirado a su cuello.

Mejor decirle una ordinariez

Así que ya sabéis, si os tenéis que pelear con alguien, mejor decirle una ordinariez. Sonará peor, pero os entenderá y no malinterpretará vuestras palabras. Yo le he comprado un diccionario al vecino y se lo he dejado en su puerta con una nota que dice “Atentamente, la vecina”. Si me vuelve a pasar otra vez, le digo que es un gilip… y me quedo tan a gusto.

Para que a vosotros no os pase, os dejo lo que dice la RAE que significan las dos palabras para que veáis que no era para tanto.

Pisaverde: Hombre presumido y afeminado, que no conoce más ocupación que la de acicalarse, perfumarse y andar vagando todo el día en busca de galanteos.

Petimetre: persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas.

En fin… feliz semana.

 

Rita

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