Las vueltas que da la vida

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Querida Nati,

No sabes la ilusión que me ha hecho recibir tu carta y saber que estás bien y que todos os estáis adaptando a la nueva vida en Estados Unidos, tan lejos de todos. Ya me contarás más detalles sobre tu trabajo como profesora de español en la universidad. ¡Madre mía!

¿Te acuerdas cuando acabamos el colegio y suspendimos la selectividad en junio? Decidimos que jamás íbamos a ir a la universidad y que nos íbamos a dedicar a hacer y vender collares en Ibiza.

¡Qué tiempos! Las vueltas que da la vida

Nos fuimos a Ibiza todo el verano: tú te enamoraste de Paul y, como no le entendías, decidiste estudiar Filología Inglesa. ¡Lo que hace el amor!

Para mí fue decisivo la conversación con mi madre… eso y el bofetón que me dio mi padre en el mismo aeropuerto cuando fueron a recogerme. ¡Qué tiempos aquellos! ¿Te imaginas que ahora cualquiera de nosotros intenta pegarle un bofetón a un hijo o hija de 18 años? ¿Y delante del pasaje de un avión que acababa de aterrizar procedente de Ibiza? No lo quiero ni pensar. Acaba el padre (o la madre), el hijo (o la hija), el piloto (o la pilota) y hasta el sursum corda en comisaría denunciados por medio mundo.

En aquel momento, sin embargo, no ocurrió nada de eso: acabamos el padre, la madre, el hermano pequeño, el bofetón y yo comiendo una paella en la Casa de Campo, como si no hubiera pasado nada. ¡Ay, Señor, Señor!

Volviendo a tu carta, respecto a lo que me dices de que te envíe a Blanca a aprender inglés este verano, te lo agradezco mucho y voy a comentarlo con Toni. La verdad es que nos vendría bien, sobre todo a NOSOTROS.

Está insoportable y me tiene puesta todo el día en el disparadero. Este curso se ha declarado (por este orden): bisexual, homosexual, otra vez bisexual y ahora está en la fase heterosexual porque se ha enamorado de un chico de su clase. ¡Con 16 años!

En cuanto al aspecto, en septiembre era “choni”, en diciembre “emo”, en marzo le dio por el reggaton y ahora no para de leer revistas de moda y su musa es Olivia Palermo.

Cada vez que abro su armario para guardar la ropa planchada me entra una congoja que no te puedo explicar.

Y lo peor es que ella es la mayor y es un referente para sus hermanas. ¡No quiero ni pensar la que se me viene encima con los otros cinco!

Iremos viendo y adaptándonos a las distintas experiencias. La primera a la que me tengo que enfrentar es una “experiencia religiosa” y no me refiero a la canción, sino al bautizo de los MEO. Es el sábado que viene y no sabes el agobio que tengo. ¡Si lo llego a saber no los bautizo y que se hubieran bautizado ellos al cumplir los 18!

Tres padrinos, tres madrinas, las dos abuelas opinando sobre el trajecito que deben llevar… mi suegra quería comprarles un faldón de esos clásicos que llevan los niños de las casas reales. Por más que le dijimos que no, se empeñó y allá que nos fuimos a esos grandes almacenes que tienes en mente a probarles el faldón.

Y yo no te digo que la princesa Leonor no estuviera mona con un faldón pero a mis hijos, con 7 meses y lo gorditos que están, qué quieres que te diga, les sentaba como a los pájaros los perdigones (es una frase de mi madre).

Tenían una pinta que hasta el dependiente que nos atendió nos recomendó que nos diéramos una vuelta por la planta a ver si encontrábamos algo de nuestro gusto. ¡Qué aspecto tenían! Eran como tres miniaturas del muñeco Michelín envueltos en encaje y con un gorrito que no había manera de encajarlo en la cabeza que tienen los tres. No te lo vas a creer, pero hay noches que sueño con esa imagen y es como una pesadilla.

Menos mal que al final encontramos una ranita bastante discreta (y cara) con la que están monísimos.

La semana que viene te cuento los detalles del bautizo que promete ser la mar de divertido.

Un beso

Rita

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