En muchas ocasiones, cuando nosotras hablamos de sexo; hablamos de caricias, hablamos de abrazos, hablamos situaciones románticas –quien no ha pensado en esa noche nevada frente a la chimenea- o hablamos de besos apasionados. Mientras que cuando vosotros habláis de sexo… ¡¡¡habláis de sexo!!!.
¿Hablamos de sexo?
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Habláis de lo que os excita, queréis saber lo que nos gusta y lo que nos desagrada. Queréis conocer nuestras fantasías y queréis hablarnos de las vuestras. Es verdad que la importancia que le damos unas y otros es distinta, pero creo que son totalmente complementarias. Y es, en este diálogo, donde tienen que encontrarse las dos partes. Dos partes que sepamos hablar y escuchar. Que sepamos entender y comprender. Que sepamos no juzgar y no sentirnos juzgados.
Lo que no decimos con «palabras»
Nosotras, queremos que nuestro marido sepa con claridad lo que nos gusta en cada momento. Que sepa, lo que no decimos con “palabras”, aquello que nos hace disfrutar más en la intimidad de nuestro dormitorio. Es verdad que vosotros -a lo largo de nuestra vida en común- acabáis “sobreentendiéndolo”.
Pero también es verdad que muchos de nuestros maridos anhelan una conversación sincera con nosotras. Sin falsos pudores, sin mojigatería y sin verdades a medias. Quieren oír de nosotras lo que nos excita, lo que nos vuelve apasionadas y lo que nos vuelve locas de ellos.
Tomemos la iniciativa
Igual que nosotras necesitamos de sus abrazos y sus besos, de sus caricias y sus susurros. Ellos necesitan de nuestra entrega sincera. Necesitan, que en ocasiones, tomemos la iniciativa. Dejarse llevar por nosotras y compartir nuestras fantasías. Necesitan sentirse deseados por nosotras y vernos disfrutar de él. Necesitan ver como son capaces de hacer estremecer nuestro cuerpo. Al fin y al cabo solo necesitan lo mismo que nosotras, sentirse deseados. La pequeña diferencia está en que a veces, el camino es distinto. En nosotras predomina una parte más afectiva y en ellos una más física.
Un diálogo que reclaman silenciosamente
Aquí empieza ese diálogo que muchos nos reclaman silenciosamente. Donde se vuelve necesario abrir nuestra intimidad más profunda y ponerla en manos del otro. Donde sepamos entender sus deseos sin sentirnos “escandalizadas” e incluso, algunas, hasta “humilladas”. Donde tiene que haber una entrega mutua basada en la confianza. Donde tiene darse ese diálogo sincero y sin falsas vergüenzas. Cuya base tiene que ser el entendimiento y la comprensión.
Cuidando de los momentos de intimidad
El sexo es una parte importante en la relación de una pareja, no la única, pero si tiene su importancia. Con lo que, a lo largo de los años, también hay que cuidar este aspecto. No debemos dejar de alimentar “esa tensión” que nos provocaba -esas primeras veces- el roce de nuestros cuerpos. No dejar de cuidar los momentos de intimidad que nos provocaban esa mirada llena de complicidad. No dejar de conocer nuestras pasiones más íntimas para entregarnos en cuerpo y alma. No dejar de trabajar el uno para el otro.
No dejarnos caer en la rutina diaria, hasta convertir un abrazo en algo sin sabor. No dejar de esforzarse por un “quiero querer, quererte”.