¿Cómo estáis queridas? Supongo que pasando mucho calor. ¡Vaya verano más raro que estamos teniendo! ¡Es imprevisible! Vamos pasando del calor más tremendo a esas tormentas que parece que van a poner fin a la vida en la tierra… ¡que horror!
Bueno, la verdad es que yo no me puedo quejar: tengo calor, pero
¡Estamos en la playa!
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Después de mi “liberación” hablé con Toni y le dije que necesitaba un descanso. Ha sido un invierno muy difícil y quería desconectar de todo, sobre todo de familia.
Pensé que me iba a decir que iba a ser un problema porque siempre partimos las vacaciones para pasar unos días con sus padres y otros días con los míos (me tengo el cielo ganado) y marcharnos solos podría suponer un problema, a la vez que un dineral.
Pero, ¡oh milagro!, dijo que si, que él también quería pasar tiempo conmigo y con los niños sin interrupciones y que este año le habían pagado un buen bonus, así que estaba de acuerdo. Casi me da un soponcio de la alegría…
Una preciosa casita en Cádiz
El caso es que nos pusimos a buscar una casa que satisficiera todas nuestras necesidades que, la verdad, son muchas: somos 6 niños (tres de ellos todavía bebés) y dos adultos (o casi).
Después de mucho buscar, encontramos una preciosa casa en Cádiz. Es una especie de chalet adosado dentro de una urbanización y tiene piscina comunitaria. Tiene 4 habitaciones, dos baños, cocina y una terraza/porche que te puedes morir de gusto. Eso sí, cuesta una pasta que parece que estamos en Hollywood.
Un viaje de escándalo 🚗
No os voy a ocultar que el viaje desde Madrid a Cádiz fue una pesadilla. No es que yo sea exagerada… es que son muchas horas desde Madrid y cuando no se hace pis un niño se lo hace el otro y cuando uno no se marea, se marea el otro… y no os cuento lo que fue el hecho de que Paula se empeñó en que ya veía el mar cuando todavía no habíamos recorrido 100 kilómetros. A partir de ahí, el ¿cuánto falta? ¿cuándo llegamos? ¿queda mucho? Tengo sed y me hago pis… me duele la tripa.
Hemos tenido que viajar con dos coches porque si no, no había manera de meter niños, maletas, balones, juguetes de playa, bolsa nevera, sombrillas… en un coche. Hubiéramos necesitado alquilar un camión.
El desembarco gaditano 😅
La llegada a la casa (con la descarga del coche) y el posterior reparto de habitaciones tampoco es que fuera fácil pero lo peor, peor, peor de todo, fue la primera compra en el supermercado. Cuando la cajera nos vio aparecer creo que pensó que llegaba su hora de salir y todavía no habíamos pasado toda la compra. ¡Madre de Dios!
Yo ya os he dicho que mis compras habitualmente son para verlas: las cajas de leche, los cereales, yogures y naranjas de zumo entran en nuestro santo hogar como las hormigas en un hormiguero. Si a eso le añadimos que en la casa que hemos alquilado no había ni papel higiénico … en fin, yo creo que hay pensiones que compran menos.
Primera línea de playa
Menos mal que la casa está “en primera línea de playa” pero de verdad, no de esas que a veces anuncian y luego resulta que está más cerca el campanario de la iglesia que la playa. Esta no. Salimos de nuestra urbanización y caminamos alrededor de 200 metros y estamos en la playa.
También es verdad que hay que vernos por las mañanas. Parecemos una procesión de Semana Santa. Os cuento por qué: cada niña lleva su bolsa de playa (ya os conté el año pasado que necesitan 4 bikinis para bajar a la playa), su toalla al cuello, sus juguetes y uno de los MEO de la mano.
Cada MEO lleva su mochila, su gorrita en la cabeza y algo de comer en la mano (¡todos los días! No pueden comer tanto, por Dios, por Dios).
Luego, para cerrar la procesión vamos los cofrades: es decir Toni y yo. Cada uno llevamos dos sombrillas (una en cada brazo) y una bolsa. Uno lleva la bolsa con el resto de las toallas, los frutos secos, los protectores solares, los juguetes que no caben en más sitios y el otro lleva una bolsa nevera donde se guardan los zumos, el agua, la fruta (y dos cervezas… o cuatro, depende del día).
Haciendo amigos, ….
El primer día que bajamos a la playa, nos sentamos al lado de una simpática familia alemana. Creo que les hizo gracia que fuéramos tantos y, como ellos ya se iban al día siguiente, tuvieron a bien regalarnos las colchonetas que sus hijos habían utilizado durante las vacaciones: un cocodrilo gigante, un dinosaurio, dos tablas de surf y 3 cometas… ¡con dos cojjjjj…!
Los niños se pusieron muy contentos, pero cuando hubo que recoger el campamento y subir a casa, aquello adquirió tintes de tragedia. ¡No teníamos manos!
Menos mal que Toni ahí estuvo avispado y se le ocurrió hablar con el dueño del chiringuito. No sé qué le diría, pero desde ese mismo instante, guardamos parte de los juguetes en el almacén. Por las mañanas nos acercamos, los sacamos del almacén y ya de paso desayunamos un café con tostadas untadas de tomate y aceite que te alegran el día.
Bueno, os dejo que es la hora del paseo… y de las meriendas. ¿Podéis imaginar la cantidad de barras de pan y paquetes de pan de molde que compramos aquí??????
Os quiero,
Rita