¿Cuántas parejas conocemos rotas por los cruces de caminos? ¿Cuántas hemos sentido ganas de volver al trabajo al día siguiente para tomarnos ese café inocente? O ¿Cuántos de vosotros retrasáis la llegada a casa por seguir disfrutando de esa cerveza con una compañera de trabajo?
Cuando la infidelidad no empieza en el dormitorio
Contenidos del artículo
- 1 Cuando la infidelidad no empieza en el dormitorio
- 2 Cuando el rencor se empieza a colar en nuestros pensamientos
- 3 Recuperando ese golpe de feminidad perdido
- 4 Pero nos enamoramos de lo mismo
- 5 Y reflexionamos sobre lo que estamos empezando a sentir de nuevo
- 6 Pero y si volvemos a buscarlo donde un día lo encontramos
Las cervezas de los jueves, los cafés, los cigarritos con los compañeros, etc. son pequeños actos diarios, dentro de lo cotidiano e incluso rutinarios. Pero dicen que <<el roce hace el cariño>>. Creo que no puede ser más acertada. La infidelidad en la mayoría de las ocasiones se empieza a gestar durante los pequeños detalles, que son los que en definitiva sustentan cualquier relación, ya sea de amistad, de amor o de compañeros.
Cuando el rencor se empieza a colar en nuestros pensamientos
Cuando se empieza una relación, todos, me atrevería a decir que sin excepción, empezamos ilusionados, teniendo en frente a la persona ideal para ser felices. Pero llegará un día la rutina a nuestras vidas, muchas veces disfrazada de estabilidad. No la vemos venir, no vemos como se instala en nuestras vidas, como va borrando poco a poco la ilusión de preocuparnos por estar guapas para o como dejáis de cuidar esos detalles que tanto nos gustan. Empiezan a crecer las frases de reproches y el rencor se cuela en nuestros pensamientos sin apenas darnos cuenta. Llega un día en el que nos miramos y lo único que pensamos es… ¿Y esto… es todo?
Recuperando ese golpe de feminidad perdido
Es, entonces, cuando nos volcamos en el trabajo y aparece ese compañero, que nos hace reír como ya habíamos olvidado y nos devuelve de golpe esa feminidad perdida.
Es, entonces, cuando aparece esa compañera que os hace volver a creer en vosotros subiéndoos la autoestima.
Es, entonces, cuando nos vemos comprando ropa y pensando si me verá mona con esa blusa.
Es, entonces, cuando disfrutáis al ver que ella ríe con lo que vuestra mujer gruñe.
Es, entonces, cuando… “De repente” nos sentimos enamorados.
Pero nos enamoramos de lo mismo
Pero nos enamoramos de lo mismo que un día nos enamoró de él, nuestro marido. Os conquista esa misma dulzura que un día os enamoró de nosotras, vuestra mujer. Nos cautiva ese sentido del humor que nuestro marido hace tiempo que perdió. Os fascina esa mirada seductora, que un día viste en los ojos de la mujer que aun tienes a vuestro lado. Pero cada día que vamos al trabajo, vamos con ganas de ese encuentro a la hora del café o de la cervecita.
Y reflexionamos sobre lo que estamos empezando a sentir de nuevo
Cuando estamos con nosotros mismos, y reflexionamos sobre lo que sentimos en ese momento, el primer pensamiento que nos viene es “no estoy haciendo nada…” o “es solo una compañera…” o “ni que me hubiera acostado con ella!!!…” Pero todos sabemos que ese sentimiento se queda en nosotros, porque nos hace vibrar de forma especial. Vuelven esas mariposas que un día tuvimos y es justo en ese momento cuando empieza a crecer en nuestro interior la ilusión de: <<si estuviera con ella, sí que sería feliz>> o <<se que con él sería diferente, sería feliz de verdad>>. Y es aquí donde comienza a gestarse la infidelidad. Es la que más duele, la que se siente y no se cuenta. Es aquella que os ha desplazado en nuestro pensamiento, es aquella que nos ha sustituido por la dulzura de otra sonrisa.
Pero y si volvemos a buscarlo donde un día lo encontramos
Pero lo que muchas veces no hacéis, es llegar a casa y buscar en nuestros ojos esa mirada que un día os hizo nuestros. Lo que no hacemos es volver a seducir a nuestro marido con nuestra sonrisa. Lo que no hacemos es recoger la toalla una y otra vez. Al fin y al cabo volvemos a buscar lo que un día tuvimos. Volvemos a buscar el amor. Tal vez solo hay que ir a buscarlo donde un día lo encontramos. Tal vez solo hay que volver a casa.